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viernes, 28 de agosto de 2015
Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida
Muchos padres tenemos la idea de que nuestros hijos nos pertenecen, que son de nuestra propiedad y los sobreprotegemos hasta tal punto que les impedimos su desarrollo para que sean ellos mismos.
Evitar la sobreprotección puede ayudar a nuestros hijos a que se desenvuelvan en la vida, de tal manera que sepan resolver sus propias dificultades, y tengan que tomar decisiones para cometer equivocaciones e ir aprendiendo de ellas.
Los padres solemos tener un instinto de querer evitar que nuestros hijos vayan por un camino que creemos que no les conviene. Nos esforzamos en allanarles el terreno, intentando que cometan la menor cantidad de errores posibles.
Los errores forman parte de sus vidas y de la experiencia que los convertirá y forjará en seres independientes y autosuficientes. Frenar eso es frenar el curso de sus vidas.
Sobreproteger a nuestros hijos limita su libertad
Mensaje de Khalil Gibran
El poeta Libanés Khalil Gibran, en su libro “El profeta”, expone el siguiente fragmento, en relación a una mujer que le pregunta al profeta que le hable de los hijos:
“Vuestros hijos no son vuestros hijos.
Son los hijos y las hijas del ansia de la vida por sí misma.
Vienen a través vuestro, pero no son vuestros.
Y aunque vivan con vosotros, no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos,
porque ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis abrigar sus cuerpos, pero no sus almas,
pues sus almas habitan en la mansión del mañana,
que vosotros no podéis visitar, ni siquiera en sueños.
Podéis esforzaros en ser como ellos, pero ni intentéis
hacerlos a ellos como vosotros.
Ya que la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer.
Sois los arcos con los que vuestros niños, cual flechas
vivas son lanzados.
El arquero ve el blanco en el camino del infinito, y él,
con su poder, os tenderá, para que sus flechas puedan
volar rápidas y lejos.
Que la tensión que os causa la mano del arqueo sea vuestro gozo,
ya que así como él ama la flecha que vuela, ama también
el arco que permanece inmóvil.”
Somos hijos de la vida
En ocasiones, los padres pretendemos que nuestros hijos tengan todo lo que nosotros no hemos tenido, y que no cometan los mismos errores que nosotros hemos cometido.
Esto se hace a modo de protección, pensando que es lo mejor para esos seres indefensos que son nuestros hijos. Sin embargo, no estamos teniendo en cuenta que ellos tienen derecho a tomar las riendas de su vida.
Tienen derecho a tomar decisiones que les haga pasar por situaciones complicadas, donde sean capaces de ver las consecuencias de cada acción. El apoyo de los padres es importante, siempre y cuando no sea demasiado protector, ni limite las acciones de sus hijos.
No somos pertenencia de nadie y nadie puede vivir nuestras experiencias por nosotros. Somos hijos de la vida misma, y a ella nos entregamos con sus beneficios y dificultades para ir configurando nuestra propia identidad.
Los niños son libres, no nos pertenecen
Facilitemos como padres la libertad de nuestros hijos
Sin ser conscientes, transmitimos a nuestros hijos muchas de nuestras conductas, de nuestros miedos y pensamientos. La forma de amar, de relacionarnos con el mundo y de comunicarnos… Aspectos demasiado importantes que han de ser tenidos en cuenta.
Es de vital importancia estar atentos a los mensajes que les transmitimos, puesto que muchos de estos mensajes quedan procesados en su inconsciente. De tal forma que pueden determinar su conducta, actitud y forma de estar en la vida.
Somos un mero instrumento para que nuestros hijos crezcan y se desarrollen como seres individuales, libres, sanos y felices. Apoyándoles durante todo el proceso, sin pretender que cumplan nuestros sueños y nuestras expectativas.
Podremos así realmente amarlos incondicionalmente para que exploren su esencia y elijan cuál es su camino. Sin presiones ni exigencias que cohíban su libertad y manifestación de sus necesidades.
Tenemos así la oportunidad de observar el flujo de la vida, donde cada ser, con el hecho de sentirse amado, es capaz de ofrecer lo mejor de sí mismo. Respetando su propio proceso vital, sin miedo a experimentar y entregándose al amor.
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