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martes, 9 de diciembre de 2014
La ley de la cárcel: un preso da una brutal paliza a José Bretón, el asesino de los niños Ruth y José
José Bretón, condenado a 40 años de prisión por el asesinato de sus hijos de dos y seis años, los pequeños Ruth y José, en el año 2011 en Córdoba, ha sido recluido nuevamente en una celda de aislamiento de la cárcel de Villena en la que cumple su pena. Al parecer, Bretón, que no podrá salir a la calle en régimen abierto hasta dentro de 20 años, recibió una burtal paliza de otro recluso, tras la que se declaró en huelga de hambre.
Cordobés y exmilitar de 41 años de edad, no era un recluso conflictivo desde que ingresó en esta cárcel del Alto Vinalopó, en Alicante. El Juzgado de Vigilancia Penitenciaria número 3 de la Comunitat Valenciana, con sede en Villena, estimó el recurso formulado por Bretón contra el acuerdo de la Subdirección General de Tratamiento y Gestión Penitenciaria, por el que se acordaba su clasificación inicial en primer grado de tratamiento.
De esta manera se acordó la progresión del interno al segundo grado penitenciario -el régimen ordinario- en la prisión alicantina, por lo que comenzó a tener más libertad de movimientos en el centro penitenciario y entró tambén en contacto con más reclusos.
Así lo confirmaron fuentes judiciales, después de que la abogada defensora del interno, Bárbara Royo, interpusiera el recurso contra el citado acuerdo, de principios de noviembre de este año, al tiempo que se dio traslado al Ministerio Fiscal, que informó en el sentido de «no oponerse a la progresión en grado», según informó la agencia Europa Press.
Su paso por el penal nunca ha sido discreto. El día que llegó fue recibido con insultos por parte del resto de la población reclusa. Nadie quería saber nada de él.
Era de esperar pues los delitos por los que ha sido condenado son los que más contravienen las leyes carcelarias. Ni pederastas, ni violadores, ni maltartadores ni asesinos de niños. Con los reos de este perfil, el resto de presos no tiene piedad. Y así pasó Bretón sus primeros días en el penal. Aislado, insultado y en silencio. A las ocho de la mañana su celda se abría para que un funcionario le diera productos de limpieza y material de aseo personal. Él mismo ponía todo en orden. Después, el trabajador regresaba y se llevaba la escoba y la fregona. Y cerrojazo. La comida y la cena también se la llevaban al calabozo. Sólo salía cuatro horas. La ley de la cárcel.
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